viernes, 11 de junio de 2010


Me marche de mi casa furiosa sin ganas de nada, sólo de encontrar a Antonio y de saber porque sé puso de esa manera sabiendo que yo tenía clase, que estaba castigada por mi padre y que lo único que me faltaba era que se enterase de que hago peyas. Así que salí de mi calle y empecé a cortar camino para llegar a casa de Antonio que estaba a menos distancia que la casa de Angy. Alguna que otra vez parecía como que iba corriendo para llegar antes, pero eso creo que sólo eran alucinaciones mías. Cuando sólo me faltaban metros para llegar a la casa de Antonio, aproximadamente unos siete metros para llegar a su casa, cogí una bocanada de aire y lo solté de repente "tranquilízate Ester, tranquila", me dije a mi misma, estaba muy nerviosa no sabía que reacción iba a tener y como iba a reaccionar yo a sus palabras, si me quería hablar por supuesto. Me adentré en su porche principal y cerré la puerta que acababa de abrir para situarme en su terreno, fui paso a paso paulatinamente hasta llegar a su puerta, estaba muy nerviosa, mi corazón era un tambor que no paraba de dar golpes fuertes pero si no fuera porque llamé a tiempo me hubiera dado un paro cardiaco allí mismo. Estuve esperando el suficiente tiempo como para ponerme más nerviosa aún, pero mis palabras internas de tranquilización me hicieron recapacitar. Escuché como la puerta se abría poco a poco, de como una persona alta, robusta y de pelo oscuro se acercaba a mi y me ponía su mano en mi mejilla para alzar mi mirada a la suya. Fue poner sus ojos en los míos e impulsarme a besarle, pero no lo hice, no sé si fue miedo, su mirada penetrante en mí que me paralizó o simplemente que no me ví con fuerzas para hacerlo. Me agarró de la muñeca con fuerza, como si estuviera enfurecido de algo que dije, pero no abrí la boca en aquel momento, así que no tenía nada que reprocharme ni yo a él puesto que hizo lo mismo que yo. Me empujó hacia dentro de la casa y cerró la puerta sigilosamente, como si de un robo se tratase, fui caminando hacia el salón, no escuchaba ruido alguno, era la hora de almorzar así que tampoco esperaba encontrarme a nadie en el salón puesto que donde suelen comer es en la cocina en vez de en el comedor, la verdad es que me puse a pensar aquella estupidez porque no tenía nada mejor que hacer, no quería articular palabra alguna hasta que él no lo hiciera, yo ... yo no estaba segura de si estaba enfadado, indiferente o de como demonios estaba, pero lo que realmente yo quería era solucionar este mal entendido y si para ello tenía que huir de casa y saltarme el castigo lo hubiera echo una y mil veces.

Caminaba detrás de mi y no hizo amago de agarrarme de nuevo, me adentré en el salón y sin que él me lo pidiera descaradamente me senté en el sofá. Allí estábamos él y yo, solos, sin decir nada y sin ni siquiera mirarnos, como dije no tenía pensamientos de hablar hasta que él no lo hiciera y así fue.

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