jueves, 10 de junio de 2010

- ¡Angy!, son casi las ocho de la tarde, me tengo que ir o me van a matar. De hecho me doy ya por muerta.

- ¡Tranquilízate! Que tus padres no van a decirte nada porque te voy a acompañar yo misma.

- ¡Si hombre!, ¿con todo el camino que hay?.

- Con todo y con más, por ti lo que haga falta, además que has venido a traerme los apuntes, que por cierto no he acabado de copiar.

- Bueno como quieras.

Recogió su escritorio y yo cerré sesión en el ordenador de Angy, posteriormente nos dispusimos a ir a mi casa pero antes Angy bajó para coger algo de merendar, aunque ya mismo sería la hora de la cena, o al menos la mía ya que cenábamos alrededor de las nueve casi diez de la noche, y aunque nunca me sentaba demasiado bien comer horas antes de la cena a no ser que fueran las seis de la tarde me lo comí sin hacerle ascos a nada. Salimos de su casa aproximadamente a las ocho y cinco de la tarde. Caminamos con pequeños pasos hacia mi casa, así que llegaríamos sobre las ocho y media de la tarde, pero tampoco me importaba la bronca o no bronca que me fuera a caer, me la tendría que callar y punto. Como siempre Angy cada vez que daba una caminata tenía que hacer sus tonterías de turno lo que hizo sacarme más de una sonrisa. Pero lo que no podía faltar mientras caminábamos son aquellos bailes estrambóticos de Angélica. Nos quedaba medio camino cuando aceleramos el paso ya que al que íbamos no llegaríamos ni a las ocho y media. Mientras tanto no dejamos de hablar, ella sobre su hermano y yo sobre Antonio pero con excesivo cuidado por si nos podía seguir o escuchar alguien. Conforme íbamos llegando a la entrada que daba a mi casa me iba poniendo más nerviosa, y no sabía exactamente por qué ya que Angy me sosegó todo el camino para que no me preocupase por el castigo al que me sometió mi padre días atrás. Pero lo que más me importaba en ese momento era Antonio, me daba igual todo los castigos que me impusieran porque mientras estuviera con él todo pasaría a un segundo plano y sólo existiría él, sola y exclusivamente él, pero como ya no podía estar con él, ni un mísero minuto, me preocupaba más los desprecios de mi hermano y los reproches de mis padres, aunque no le diera excesiva importancia a ellos. Cuando estábamos a un paso de tocar el timbre de mi casa, me paré un segundo en seco, di una bocanada de aire y me relajé todo lo que pude y más.

Angy llamó a la puerta dispuesta a explicarle a mi querido y testarudo padre que en todo momento estuve con ella en su casa y que sólo fui a ella porque me sentía en la obligación de entregarle mis apuntes, porque ellos serían la vida o la muerte de Angy. Todo eso me parecía genial, porque el discurso se lo estuvo preparando casi todo el camino, lo que realmente me preocupaba es que se lo creyera, ya que mi padre como ya dije es un testarudo y sólo cree en lo que él dice, propio de mi familia paterna. Esperamos unos segundos a que mi padre, madre o hermano abrieran la dichosa puerta, aunque por un momento recordé que tenía la llave en mis bolsillos no me veía capaz de abrir la puerta, él porque no lo sé, pero me temblaban todas las extremidades del cuerpo y mi corazón iba acelerándose por momentos. Angy con un gesto pacífico me cogió de la mano y me dio un fuerte apretón de mano para que me tranquilizase ya que ella lo tenía todo controlado. Apareció mi madre por la puerta y eso fue como la bajada de la montaña rusa al ver que el que aparecía detrás de la puerta no era mi padre. Mi madre que con su mirada denotaba tranquilidad me miró y me sonrió, típico de ella. Era la única que ponía paz y tranquilidad en mi casa, ya que era una mujer a la que le gustaba dialogar y a la que los gritos le disgustaba mucho, aunque si los tenía que utilizar los utilizaba y lo digo por experiencia.

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