jueves, 10 de junio de 2010

Tuve que quedarme con mi madre porque no me atrevía a dejarla sola en casa, por si ocurría algo, y también para ayudarle a recoger la cocina. Al poco tiempo de que mi hermano llevase a Angy apareció por la puerta mi padre, nada más entrar soltó su maletín en la entrada y desapareció metiéndose en el baño. En ese momento escuché a lo lejos el sonido de un móvil, que parecía ser el mío, así que corriendo subí las escaleras, en las que casi me tropecé, abrí y cerré la puerta de mi cuarto inmediatamente y me lancé casi sin respiración a por mí móvil, cuando vi el número que me estaba llamando no tenía ni idea de quien era y cuando lo cogí y escuché la voz tampoco lo sabía.

-Hola Ester.

-Hola, ¿quién eres?.

-Sabes perfectamente quien soy, no te hagas la tonta.

-Pues sí sé quién eres, no lo recuerdo ahora mismo.

-¡Soy Daniel!, me parece increíble que ya no te acuerdes de mí cuando hace poco que nos volvimos a ver después de muchos años.

-¡Ah! Hola Daniel, lo siento mucho pero últimamente no sé dónde tengo la cabeza.

-No te preocupes, a mí me pasa lo mismo de vez en cuando – comenzó a reírse, pero creo que era forzosamente porque no había motivos para hacerlo, o yo no le veía la gracia.

-¿Para qué me llamaste?.

-Pues quería saber si te apuntas a ir mañana a la bolera conmigo y algunos amigos que te presentaré.

-Bueno, para despejarme estaría bien, ¿puedo ir con una amiga?.

-Por supuesto, llévate a quien quieras. Entonces mañana a las seis de la tarde en la bolera ¿vale?. Ponte guapa ¡eh! – se rió otra vez y yo seguía sin encontrarle sentido a la gracias de él.

-Vale, allí estaremos – en ese momento me acababa de acordar que estaba castigada, pero no me importó confirmar la quedada.

Colgué para que no me siguiera invadiendo de palabras, de todos modos Daniel fue mi amigo y ahora era un buen momento para despejarme de Antonio y volver a tener contacto con mis anteriores amigos. Solté el móvil en mi escritorio, cogí el pijama y me cambié inmediatamente porque tenía mucho frío. Recogí la ropa que me acababa de quitar para colgarla en el armario y baje para seguir ayudando a mi madre. Me encontré a mi padre sentado en la mesa cenando y a mi hermano en la sala opuesta viendo la televisión. Me acerqué a donde se encontraba mi madre y le ayude a fregar, mientras pensaba como decirle a mi padre que mañana, aunque estuviera castigada, iba a salir.

Cuando terminé de fregar, recogí el plato y el vaso de mi padre para meterlo en el lavavajillas, me senté enfrente de él, que estaba comiéndose el postre, y con fuerza y contundencia le hablé.

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