sábado, 12 de junio de 2010


-Tranquilízate Ester, es un lugar muy trágico pero debes tranquilizarte, sino no entraremos.

-Vale, vale, yo me tranquilizo.

-¿Sabes los apellidos del hermano de Angy?

-Por supuesto.

Cuando llegamos a recepción todo estaba muy tranquilo, los médicos pasaban de habitación en habitación tranquilamente, las enfermeras también andaban con aires de tranquilidad y las recepcionista estaban moviendo papeleo, todo estaba de color blanco, las paredes, los trajes de los médicos, enfermeras, recepcionistas, todo era muy tranquilo y silencioso. Nos atendió una recepcionista llamada Tania.

-Hola buenas tardes, ¿me podría decir en que habitación reside Luis Fernández Díaz?

-Por supuesto, pero en estos momentos no se admiten visitas.

-No, no se preocupe, no vamos a entrar en la habitación solo queremos saber donde se encuentra para ver a los familiares y amigos.

-De acuerdo, un momento por favor – empezó a teclear el nombre en el ordenador – Se encuentra en la habitación 35.

-Muchas gracias – le sonreí, no esas sonrisas que yo acostumbraba a echarle a la gente por el nerviosismo que llevaba.

-No hay de que.

Subimos por el ascensor, habían mal contadas siete personas metidas en el ascensor y contando con nosotros nueve, nadie hablaba con nadie excepto dos médicos entre sí. Me enteré un poco de la conversación, pero no del todo estaban hablando del hermano de Angy.

-El chaval de la habitación 35 se encuentra en condiciones fatales, le han dado tales palos que le dejaron inconsciente al menos diez minutos – le dijo un médico a otro.

-Si es muy lamentable que haya gente con tan poca sangre para darle tal paliza a un chavalito de nada más y nada menos que dieciocho años – le contestó el médico.

Llegamos a el pasillo en el cuál las habitaciones eran desde la habitación cuarenta hasta la habitación sesenta. Había un montón de asientos y en cada asiento de cada habitación había sentado alguien. Vi a lo lejos a Angy, la madre de Angy y el padre de Angy. Aún no me podía imaginar que todo esto fuera cierto, debería ser un sueño.

-¿Estás tranquila Ester?

-No, pero no puedo evitar ponerme nerviosa, mira toda la gente que hay ahí, no hablo solamente de la familia de Angy también hablo de las otras personas.

-Ester, no te preocupes todo saldrá bien – me dio un abrazo y yo le agarré por la cintura devolviéndoselo – Ahora hazme el favor y tranquilízate.

-Esta bien.

Fuimos caminando hasta que casi llegamos al lugar donde se situaba la habitación del hermano de Angy, “no podía ponerme nerviosa, no podía ponerme nerviosa”, me dije a mi misma, para tranquilizarme porque sino lo hacía pondría peor a Angy y yo no quería eso. Allí estaba Angy sentada llorando junto con los familiares.

-¡Angy! – le grité.

-¡Ester!, ¡oh Ester! – se vino hacia mi llorando – Hola Antonio, ¿qué hacéis aquí?

-Me enteré por Antonio que tu hermano estaba en la UCI y yo iba a venir quisieran mis padres o no aunque en realidad ellos se piensan que estoy en casa de Ruth.

-Joder Ester, me alegro de verte tía, no sabes lo triste que estoy, llevo aquí desde las dos de la mañana, esperando que nos digan algo los médicos y por eso no he ido a clase, no me encontraba con fuerzas.

-Normal, a mi me hubiera pasado lo mismo.

-Lo sentimos mucho Angy – dijo Antonio ya que yo no le había dicho nada sobre el hermano.

-No os preocupéis seguramente se pondrá bien. O al menos eso esperamos.

-Joder Angy no sabes cuanto lo siento, cuando me lo ha dicho Antonio me he quedado anonadada, no pensaba que fuera verdad hasta ahora. No he podido ver hoy las noticias porque he tenido visita en casa que sino hubiera venido muchísimo antes.

-No te preocupes Ester, cada uno tiene su vida. Ya me darás los apuntes, porque ahora mismo no tengo ni ganas de mirarme al espejo la verdad.

-Lo siento Angy – le dije bajando la cabeza y me tiré a ella para darle un abrazo de ánimo.

-Chicas os invito a algo para que te de un poco el aire Angy, supongo que te has llevado toda la noche aquí sin poder moverte.

-Si, bueno esperarse que cojo mi bolso y nos vamos donde queráis.

Estuvimos esperando a Angy allí de pie en medio de todas las habitaciones en las cuales seguramente estaban habitadas por personas enfermas con la esperanza de recuperarse y volver a llevar la vida normal o anormal que llevaban antes.

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