sábado, 12 de junio de 2010


Antonio y yo nos fuimos al lugar donde estaba su moto, era blanca y azul y súper grande. La verdad que yo no entendía mucho de motos, pero a primera vista parecía una buenísima moto. Sacó del maletero de la moto dos cascos los dos iguales, azules con líneas azules en los laterales del casco. Me dio a mi uno y el se puso otro., se montó y después me monté yo agarrándome de su cintura. Puso en marcha la moto, la verdad que nunca me había montado en una moto pero iba cagadita perdida. Me agarré fuerte a su cintura porque si digo la verdad no me fiaba ni un pelo ... Pero bueno no me quedaba otra que estarme quieta y esperar a que llegáramos a la pista de hielo del Nervión, el centro comercial de Sevilla. Pasamos un montón de calles, de rotondas, de avenidas ... La verdad que yo ya estaba loca de tantos coches, motos, camiones, autobuses, etc ... Que fui viendo de camino al centro comercial. Aparcó en el sótano del centro comercial, exactamente en la columna A5. Le puso la cadena a la moto para que nadie se la robase por supuesto. Me dio la mano y nos fuimos a el pasillo que daba a las escaleras y ascensores de las plantas del edificio. Nos fuimos escaleras arriba para llegar a la primera planta que era donde estaba la pista de hielo.

-No tengo nada de dinero Antonio, a no ser que tu lo pagues y yo luego te de el dinero.

-¿Que dices? – dijo sorprendido al escuchar esas palabras de mi boca y se echó a reír.

-¿De qué te ríes creo que no he dicho nada gracioso? – le miré un poco confundida.

-Haber el que te ha invitado a venir soy yo, pues el que paga también soy yo.

-Me sabe mal, mejor me haces un préstamo hasta mañana.

-¡No te lo crees ni tú!.

-¡Que no quiero que me pagues nada jolin!.

-Bueno, bueno lo que tu digas Ester, deja de gritar que nos esta mirando todo el mundo o casi todo el mundo.

-Vale, pero si me dices que no me vas a pagar las cosas por el morro.

-Vale – me dijo dándome la razón como a los locos.

Nos fuimos a la taquilla de la pista de patinaje. Mientras yo miraba toda la gente que estaba patinando y a niños de corta edad patinando solos, yo me quedé completamente anonadada, tenía hasta miedo de entrar en la pista de patinaje, no por las caídas si no porque le daría vergüenza ajena a Antonio, pero bueno todo sea por el y por pasar un buen día.

-¿Cuanto tiempo quieres que estemos patinando?

-Me da igual, pero si te digo la verdad no sé patinar ...

-¡Ah! Eso no es nada malo. Lo dices como si tuviera importancia, nadie nace sabiendo patinar.

-Ya claro, pero tu si que sabes.

-Claro que sé. Porque he venido mucho a las pistas de patinaje, desde los 12 años llevo patinando en una pista de hielo, es más he estado trabajando en esta pista de hielo como monitor.

-¡Ah! Entonces serás un experto ... Que vergüenza y vas a ver la de guarrazos que me voy a dar ...

-Ester he enseñado a patinar sobre hielo a millones de niños de cinco, seis e incluso de cuatro años, ¿No te voy a poder enseñar a ti?

-¿Con qué me estás comparando con un niño de pañales o qué?

-No nada que ver ... Aunque si te digo la verdad – se puso la mano en la barbilla con aires de pensativo – Que tienes la cara de una muñeca.

-De porcelana ¡no te jode!.

-¡No, de plástico! – me miró y se empezó a reír, porque le estaba mirando de tal forma que para mi que sabía perfectamente en lo que estaba pensando.

-Bueno venga. ¿Cuantas horas?.

-Me da igual.

-Vale, Rafa vamos a estar varias horas, ¿vale?.

-Vale colega no te preocupes no te las íbamos a cobrar de todos modos – le dijo el tal Rafa a Antonio, se notaba por la forma en que se hablaban de que eran amigos desde hace vario tiempo.

-Venga tío ya me daré una vuelta por aquí para despedirme de ti cuando me vaya a ir.

-Vale, pero no te olvides de los viejos amigos ¡eh!.

-¡Claro que no Rafa, tu sabes que yo de nuestras caídas no me olvido nunca!.

-Venga nos vemos.

-Chao Rafa.

Nos fuimos a los bancos a ponernos los patines. Después de eso intenté levantarme con ellos puestos, pero es que no podía y me tenía que ir agarrando al filo de la pista. Pero como la gente que estaba dentro se estaba resbalando no podía ir agarrandome por el filo, así que Antonio al verme que era incapaz de poder andar con eso puesto, me agarró de la mano.

-Sígueme a mi.

-Ya eso intento, pero no puedo andar con esto puesto – a la vez que terminé esa frase, me cogió en brazos y me llevó hasta la entrada de la pista – ¿Pero qué haces?, ¿Quieres soltarme ya que te vas a hacer daño?.

-Que va, he hecho mucho ejercicio para cansarme de llevarte en brazos.

-Bueno pero bájame ya, que me siento incómoda.

-Vale lo que tu digas.

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