sábado, 12 de junio de 2010


-Buenas tardes familia – dijo en tono cansado.

-Hola papá – le dije alegremente y acercándome a la entrada para darle un beso – Se te ve cansado.

-Si hija, tenemos mucho trabajo y muchas reuniones de negocios.

-Si, se te nota mucho que vienes destrozado – le dije un poco apenada, mi padre no estaba ya para muchos trotes la verdad.

-¿Dónde está tu madre y Rubén? – me preguntó porque no les escuchaba a ninguno de los dos.

-Están recogiendo la mesa y yo iré con ellos a recogerlas no me quiero escaquear o si ya la han acabado de recogerla, fregaré al menos - le dije mientras le cogía el maletín y se lo puse encima de la mesa de la entrada - Por cierto papá, ¿me dejarías ir a la fiesta que dan el 15 de mayo?

-¿Tu también con eso? – me dijo asombrado, era la primera vez que yo le pedía a mi padre que me dejase ir a alguna fiesta, siempre he sido la “empollona” y la “friki”.

-Si, yo también quiero ir papá, pero no voy a esperar tanto tiempo como Rubén a que me respondas, solo quiero saber si o no, solamente eso papá.

-Pero hija que es muy peligroso, en una discoteca hay miles de personas bebiendo, drogándose ... ¡Y dios sabe qué!

-Papá, estás hablando con tu hija de 17 años, además si va Rubén no tengo porque tener miedo de nada.

-Bueno esta bien, os dejo ir.

Empecé a gritar y a gritar. Mi madre y Rubén se salieron corriendo de la cocina hasta llegar al pasillo y me vieron saltar y reírme a la vez.

-¿Qué le pasa a la niñata esta? – preguntó mi hermano poniendo cara de “yo no la conozco”.

-¡Que nos deja ir Rubén, que nos deja ir!.

-¿Ir a donde?.

-¡A la discoteca Rocher! – entonces cuando pronuncie discoteca mi hermano se puso a saltar conmigo.

-¿Al final les has dejado ir no? – le preguntó mi madre a mi padre.

-Si, que voy a hacer sino, son ya mayorcitos y confío en que tú Rubén tengas cuidado de tu hermana.

-¡Oído cocina sargento! – y le hizo un gesto que se hace en el ejercito, alzó la mano y se la puso en la frente, a la vez que se ponía más derecho que una vara verde.

-Menos cachondeo jovencito – le dijo seriamente, mi padre no venía del trabajo tirando muchos cohetes la verdad.

-Perdona – le dijo mi hermano.

-Bueno cariño te caliento las lentejas en un momento, tu vete sentando que Ester va a ir poniendo la mesa para que comas.

Como ya habían quitado el mantel cogí un trapo y lo puse encima de la mesa, le traje cubiertos, un vaso, un plato y el rioja que se tomaba mi padre cuando almorzaba. Mi madre luego llegó con la olla y le echó hasta que el le dijo que parase de echarle comida. Yo me fui a mi cuarto corriendo escaleras arriba con la mochila acuestas, no sé como pude correr tan rápido sin caerme ni tropezarme porque la mochila pesaba demasiado. Cuando llegué cerré la puerta de mi cuarto y solté la mochila en el primer sitio que encontré, cogí el móvil de el bolsillo pequeño de la mochila y llamé a Antonio.

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