sábado, 12 de junio de 2010


Cuando llegué no había mucho que objetar, todo era normal, mi madre haciendo de comer, mi hermano aún sin llegar, mi padre no estaba en casa llegaba más tarde. Lo que yo digo ¡normal!.

-Hola mamá. ¿Sabes que el hermano de Angy esta ...? – y de repente me callé, iba a meter la pata, sino la había metido ya, ¡maldita sea la hora en la que abrí el maldito pico!

-¿Qué el hermano de Angy está qué? – me dijo un poco extrañada.

-Que el hermano de Angy está feliz porque ha sacado muy buena nota en un examen – no sé si se tragaría esa trola, pero espero que si o ya mismo me haría un interrogatorio.

-¡Que bien hija! Ese chico es muy listo. Dale felicidades de mi parte cuando hables con el.

-¡Por supuesto que se las daré! – le dije alegremente cuando note que se había tragado la mentira tan ... estúpida que le dije.

Empecé a poner la mesa para cuando llegasen mi hermano y mi padre que estuviera puesta para comer directamente, pero antes puse la emisora de los cuarenta principales en la radio, seguidamente cogí el mantel, vasos, platos, cubiertos, servilletas, etc ... Mientras yo me ponía a bailar descontroladamente y mi madre se quedaba mirándome asombrada.

-¿Hija te ocurre algo? – me dijo extrañada, yo nunca bailaba en público.

-No, solamente que estoy feliz, por cierto, ¿me vais a dejar ir a la discoteca Rocher el 15 de mayo?.

-No sé pregúntaselo a tu padre, aunque ya estará medio convencido porque tu hermano anda detrás de papá por
ese asunto también.

-¿Rubén?.

-Si, hace tiempo también me lo preguntó a mi y le di la misma contestación que te acabo de dar a ti, no tengo intención de dar una respuesta para que tu padre se ponga en contra mía y tengamos una discusión.

-Ya te entiendo mamá, cuando a papá se le mete una cosa entre ceja y ceja no hay quien le cambie de opinión, pero de todas formas gracias mamá – me acerqué a ella y le di un fuerte y dulce beso maternal.

Hizo lentejas, ¡agh! qué asco a mi no me gustan para nada, pero bueno ... Digamos que no tenía otro remedio que comérmelas, porque como no me las comiera la tendría para merendar y para cenar hasta que me las comiera ... Con la comida que prepara mi madre no se juega, eso me lo está repitiendo pues más o menos desde que tenía cinco años y empecé a odiarlas desde que tuve uso de razón. Nos sentamos en el sillón a ver la televisión mientras venían mi hermano y si por casualidad venía mi padre también. Eran las tres y pico de la tarde y al fin se presentó Rubén.

-¡Hombre ya era hora hijo! – le dije gritándole cuando le ví.

-Pero si a ti no te gustan las lentejas, sino hubiera venido ¡te habría echo un favor encima! – me dijo en tono insolente.

-Mira tontaina ...

-¡Basta ya! – gritó mi madre – ¿Queréis ayudarme a poner la comida y dejar de discutir?, que parecéis niños de guardería.

-Hombre yo no sé, pero Ester parece eso o una recién nacida – y empezó a reírse, mientras mi madre y yo le mirábamos seriamente.

-Como puedes comprobar no ha hecho gracia ninguna ... – le dije hablándole con repugnancia.

Nos fuimos a la cocina con mi madre y nos hecho de comer a cada uno en su plato, a mi como soy su supuesto “ojito derecho” me echó menos y al tontaina de mi hermano que si le gustan las lentejas le puso el plato hasta arriba y no me extrañaría que repitiese con lo glotón que es ... En vez de ser el monstruo de las galletas, es el monstruo de las lentejas, menos mal que todo esto que pienso no se lo digo que sino ya estaría tarándome del moflete o mucho peor de un mechón de pelo. Nos fuimos a la mesa y nos pusimos a comer escuchando la televisión y gracias a dios no nos pusimos a ver las noticias, sino que gracias a mi hermano nos pusimos a ver la famosísima serie friends, su serie favorita y la mía desde luego, la de mi madre no tanto ya que a ella le gustan más las noticias, pero por suerte no las tuvimos que ver. Cuando terminamos de comer es cuando llegó mi padre, eran las cuatro de la tarde

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