De repente, de un momento a otro, nos separamos, el salió caminando para su clase y yo para la mía, esperaba encontrar a Angy en clase, para contarle todo con lujo de detalles, como normalmente cuento yo las cosas sea Angy o no, pero ella es más especial que nadie. Caminé escaleras arriba, que por cierto eran unas veinte escaleras diarias que tenía que subir y bajar. Al cruzar el marco de la puerta de mi clase me encontré con la desgracia de que Angy no se encontraba sentada en su correspondiente mesa, es decir al lado de la mía por supuesto, se me vino el mundo abajo, quería hablar con ella, o mejor dicho "¡necesito hablar con ella!" me dije a mi misma, tenía una rabia, una impotencia y unas ganas de llorar que de un momento a otro se convertirían en realidad, pero no, no voy a llorar, voy a calmarme y a pasar el día como meramente pueda. Me senté en mi silla, saqué los libros y apoyé la cabeza, escondiéndola entre mis brazos mientras esperaba que sonase la campana y entrase el profesor, aunque tuve que esperar poco tiempo desgraciadamente para que sucediera eso. Los minutos estaban contados, cada segundo pasaba a cuentagotas, quería salir, salir de clase y no estar rodeada de tanta hipocresía, que es lo que caracterizaba a mi clase, a parte de la falta de compañerismo entre nosotros, y en ese nosotros me incluyo yo, porque yo no pongo la mano en el fuego por nadie de esta clase excepto por Angy o algunas personas más, y también se caracterizaba por la falta de solidaridad, era una clase a la que yo llamaría "redondita", es decir una clase que no tenía nada bueno, una clase que no se la desearía ni a mi propio enemigo. Las horas de clase se me pasaron eternas, solo se me pasaba el tiempo rápido cuando nos poníamos a copiar apuntes e incluso a veces ni así. En el descanso me fui a la biblioteca y me puse a leer "Lo que el viento se llevó", un gran libro, pero gran, gran libro que me terminaría yo en dos semanas escasas, así que cuando volvió a sonar el timbre que finalizaba el descanso, dejé ahí de nuevo el libro para que la bibliotecaria o el bibliotecario que estuviera, porque al entrar no me di cuenta ni quien había dentro de esa habitación llena de libros, lo volviera a poner en su sitio. Subi de nuevo esas interminables escaleras con la esperanza de encontrarme a alguien que me cayera medio bien, pero era raro. Cuando volví a clase me encontré con la sorpresa de que Antonio estaba sentado en el pupitre de Angy, quizás esperándome a mi o quizás no esperando a nadie.

-¿Qué haces aquí? - exclamé extrañada de su presencia en mi clase.

-Recoge tus cosas nos vamos.

-¿Que nos vamos?, ¿a dónde? - cuando le hice la segunda pregunta me puse el dedo al lado de cabeza a la altura de la frente y le hice señales con el dedo índice de que estaba loco - Tengo clase, no voy a irme.

-Cierto, bueno pues me voy yo - se levantó de la silla, yo tenía los libros recogidos en la mochila, tenía la manía de guardar las cosas antes de bajar al descanso por si algún ladrón o ladrona de la clase se le pasaba por la cabeza quitarme algo. A lo que voy, se levantó cogió mi mochila por las asas y se la llevó consigo junto con mi carpeta - Como no vienes por tu propia voluntad, tendré que obligarte yo mismo.

-¡Pero donde vas! - Salió casi corriendo de mi clase para que no me pusiera a su misma distancia y quitarle mis cosas, posteriormente salí corriendo de mi clase, escaleras abajo, me imaginaba que iba a irse donde tenía aparcado su coche - ¡Antonio que me digas donde cojones vas! - le grité con malos modos ya que estaba harta de que hiciera conmigo lo que quisiera.