sábado, 12 de junio de 2010


Fui caminando hacia mi casa y me acordé de que me dejé la carpeta en la rendija de la mesa, volví hacia atrás para recogerla, subí las escaleras, entré en clase y me encontré con Úrsula y Leonardo besándose encima de una silla, bueno realmente Úrsula era la que estaba sentada en la silla y él apoyado en la mesa. Me quedé con los ojos en blanco, no podía articular palabra, fui caminando hacia mi pupitre y cogí la carpeta, todo eso lo más rápido que pude para que no siguiera en esa escena tan incómoda tanto para ellos como para mí.

-Ester, no digas nada de esto a nadie, por favor - me pidió Úrsula encarecidamente y con ojos de cordero degollado.

-De acuerdo - salí y cerré la puerta lo más silenciosamente que pude.

"Esto es un bombazo" me dije a mi misma, no podía creer que esos dos estuvieran liados, y lo que menos me esperaba era encontrarlos en el instituto y encima en nuestra clase. Bajé las escaleras, salí del instituto y me marché para llegar a casa. Hacía un poco de frío, menos mal que siempre voy preparada con guantes, sino cuando llegue a mi casa mis dedos parecen cubitos de hielo. Cuando aparecí por la puerta me dió un escalofrío por el cuerpo con una extraña sensación, no sé como describirla, pero no me sentía muy bien sentimentalmente.

-¿De dónde vienes? - me preguntó mi hermano desde la puerta de la cocina con un tono un tanto prepotente y de muy mal humor, estaba como enfadado con algo o alguien.

-De donde a ti no te importa ... ¡De donde voy a venir a estas horas!.

-No empieces, ¿vale? Que no eres nadie para hablarme así.

-¡Pues si no soy nadie no me hables! - me fui corriendo hacia mi cuarto, gritar me produce que mis sentidos sensibles se activen.

No sabía que me pasaba, tenía una mala sensación, sólo tenía ganas de llorar, a parte de que soy muy sensible. Cerré de un portazo y me encerré en mi cuarto durante horas ... "No eres nadie" repetí, "nadie", estas palabras de mi hermano fueron duras, muy duras. Nadie nunca me dijo que no era nadie, y menos en el tono en el que me lo dijo, mi hermano me odia y no sé porqué. Me senté en mi mesa de escritorio, no tenía ganas de comer, no tenía ganas de estudiar, no tenía ganas de nada, sino de llorar y llorar sin parar. Sólo quiero desahogarme, sólo quiero un hombro en el que llorar y nadie me lo proporciona. Antonio estaba enfadado conmigo, y no sabía el porqué, mi hermano estaba de mal humor y la ha pagado conmigo. Ya estoy cansada, estoy cansada de ser nadie, de que mis decisiones le perjudiquen siempre a alguien y me sienta culpable por ello, estoy harta de simular lo que no soy y el estado en el que no me encuentro, harta de las irritaciones del mundo conmigo, estoy enfadada conmigo misma, no necesito nada, sólo ¡alguien!. Alguien que me apoye, que me de cariño, que me mire y me diga relájate, pero no, en este preciso momento no hay nadie, porque no le importo a nadie y estoy cansada de no ser nada. Saqué un cuaderno y me puse a escribir para relajarme, necesitaba relajarme, quiero relajarme y esa era la única manera de relajarme que encontraba en este cierto momento.

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