sábado, 12 de junio de 2010


-Nos vemos mañana – le dije bajándome del coche.

-Vale, te quiero cariño – me dijo inclinándose hacia el asiento del copiloto mientras yo me agachaba y nos dábamos un beso de despedida – Cariño ...

-¿Si? – le dije mientras estaba agachada mirándole.

-¿Quieres que tu madre, tu hermano o tu padre descubran que has estado conmigo?.

-¡Pero que dices, tu estas loco!, si estás pensando ir a mi casa conmigo al lado ¡olvídate de eso! – le dije enfadada y estaba apunto de cerrar la puerta y dejarle allí con la palabra en la boca.

-¡Que no es eso lo que quiero!, tienes puesta mi sudadera, tal vez tu madre o tu padre no la reconozcan pero tu hermano no nació ayer ni se chupa el dedo.

-¡Ah es verdad! – le dije mientras le sacaba la lengua y guiñaba el ojo en señal de despiste – Toma aquí la tienes – me la quité y se la di.

-Gracias muñequita de trapo.

-¡No soy ninguna muñeca de trapo, imbécil! – y después de haberle dicho eso me dio un piquito.

Posteriormente cerré la puerta y me despedí de el con la mano mientras arrancaba y se marchaba. Cuando perdí de vista el coche crucé la esquina donde me dejaba siempre y fui caminando hacia mi casa, no me encontré a nadie mientras hacía el recorrido de la esquina a mi casa, iba como más tranquila porque el saber que alguien me había visto con el ... Me ponía ¡muy nerviosa!. Cuando llegué a la entrada de mi casa me paré, tome aire, respire hondamente y saqué mis llaves del bolsillo derecho de mi vaquero, abrí la puerta sigilosamente no se porque la verdad pero estaba nerviosa. Conseguí abrir la puerta sin hacer ruido.

-¡Hola! – dije nada más entrar en la casa.

-Hola hija – dijo mi madre desde el salón.

Fui caminando hacia el salón, mientras iba hacia el miré el reloj de la entrada eran las nueve y media de la tarde, había un silencio en la casa que no me gustaba la verdad. Dejé mis llaves en la mesa que había en la entrada. Cuando llegué al salón encontré a mi madre haciendo punto de cruz, parecía una Maruja de estas que tenemos por vecinas.

-¿Pero que haces haciendo punto de cruz? – le dije llevándome las manos a la cara y quedándome flipada, por así decirlo.

-Pues nada hija, que estaba aburrida tu padre se ha tenido que ir a la oficina porque tienen mucho trabajo y quieren ir adelantando trabajo, digamos que ... Hace horas extras – dijo mi madre en tono burlón.

-¿Y Rubén?.

-Rubén se ha ido con sus amigos.
¿Con sus amigos?, ¿qué mi hermano aparte de Antonio tiene más amigos? Pobres ... Comprendo lo que es tenerlo de hermano y no es sinceramente un agrado, así que no creo que sus amigos le tengan mucho agrado, es un imbécil integral sin remedio.

-¡Ah! ¿y que pasa que no tienes hija? – le dije subiendo un poquito el tono de voz.

-Hija estabas por ahí no quería molestarte.

-¡Mamá! A ti te pasa algo y yo, ¡me muero! Así que la próxima vez que te quedes sola, bajo ninguna circunstancia se te ocurra no llamarme si yo estoy por ahí, ¿capichi?.

-Capichi hija, capichi, ¿quieres algo de comer? – con esa pregunta que me hizo mi madre me acordé de que la madre de Antonio nos estaba haciendo algo para merendar, ¡mierda no me acordé!.

-Bueno, ¿tu quieres algo?.

-Yo acabo de comerme un bocadillo hace poco, ¿quieres que te prepare uno hija?.

-Mamá, hace 17 años que me bautizaste, hace 17 años que me llevabas en el vientre, hace 17 años que me pariste, hace 17 años que vivo aquí en casa con papá, Rubén y tú, hace 17 años que me enseñas, me educas y me alimentas, ¡no voy a saber hacerme un bocadillo con 17 años! – me puse histérica, pero la verdad que las dos nos reímos debido al comentario que hice, es que mi madre aún me considera una niña y la verdad que de niña tengo ya poquito.

-Vale hija, ya me he enterado.

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