sábado, 12 de junio de 2010


-Tú, tú, tú ... – dije tartamudeando, no podía a penas hablar – ¿Tú has dejado la luz del salón encendida?

-¿Pero que dices? Si no he entrado al salón para nada. Has visto que he estado contigo en todo momento bueno excepto cuando tuve que ir a ducharme pero porque tu no querías venir conmigo – empezó a reírse y yo le di unos golpes en el pecho – ¿Pero qué te pasa?.

-Mira ... – le dije mientras señalaba la puerta del salón.

-¡Ah es eso! No te preocupes a lo mejor mis padres se la dejaron encendida cuando se fueron – y entró en el salón y yo agarrada detrás de el también entré en el salón – ¿Ves?, como yo te dije se la dejaron encendida.
Exactamente se la dejaron encendida, todo estaba bien colocado, no había nada revuelto, pero, ¿la música?, había algo en todo esto que no me cuadraba de todos modos a lo mejor eran imaginaciones mías, que es lo que sería seguramente.

-¿Y la música?, ¿quién la apagó?.

-Fui yo, con el mando de la mini cadena – me miró y me sonrió.

-A mi no me hace gracia Antonio me he dado un susto de muerte.

-¿¡Tú un susto de muerte!?, ¿y qué me ha dado a mi cuando has gritado mi nombre si se puede saber? – dijo un poco enfadado.

Al verle así agaché la cabeza y me di la vuelta para ir a su cuarto a recoger mi bolso para marcharme, me sentí como una estúpida y una niña pequeña, pero ¿qué quería? Tenía miedo, si le llega a pasar algo no podría vivir con el remordimiento de que fue por mi culpa, pero bueno el estaba enfadada y no tendía a razones. Subí las escaleras agarrada de la baranda de madera, él me miró y sabía perfectamente que ese tono de voz no era el que debía de haber usado conmigo y menos cuando estaba asustada ... Pero creo que le dio igual porque no hizo ni el intento de preguntarme que me ocurría hasta que no me vio con el bolso colgando de mi hombro para marcharme.

-¿A dónde vas? – me preguntó poniéndose delante mía cuando bajé el último escalón de la escalera.

-A mi casa, a donde sino.

-¿Por qué te has enfadado? – me dijo acariciándome la mejilla, pero yo se la aparte.

-Nada.

-A alguien que no le pasa nada no tiene la cara que le llega al suelo ...

-Quiero irme a casa eso es todo – le dije pero sin mirarle a los ojos, el sabía perfectamente que me había enfadado con el por el tono de voz que uso conmigo.

-Yo te acompaño o te llevo lo que tu quieras.

-No mejor me voy sola.

-Venga vamos Ester, perdóname, yo no quería gritarte, esa no era mi intención.

-Pero lo has hecho ... – le dije fríamente.

-Por favor perdóname, no te vayas y me dejes solo, se que he estado fuera de lugar, pero no me lo tengas en cuenta es por el susto que me has dado, me has preocupado mucho Ester y no sabía como tenía que reaccionar ... – se acercó a donde yo estaba y me abrazó – Perdóname por favor – me dijo y me besó la frente y posterior a eso se acercó a mis labio y me besó cálidamente.

Cogí mi bolso y lo dejé colgado en la baranda de la escalera le agarré del cuello y seguí besándole, los besos cada vez se hacían más cálidos y húmedos, me agarró de los muslos y me cogió en brazos y me llevó hasta el salón se sentó en el sofá y me sentó encima suya, empezó a quitarse la camiseta y yo me quité mi jersey, todo sin dejar de besarnos, el ambiente estaba caldeado, empezamos a acariciarnos mutuamente ya no había marcha atrás, me quitó los vaqueros y el se quitó los pantalones, y el único recuerdo que me queda de todo eso es que lo hicimos, me quito la virginidad, me quitó la virginidad aquella persona la cual me importaba mucho y eso era lo único que me importaba, lo había echo y ya no había marcha atrás. Después de eso nos quedamos dormidos en el sofá yo encima de él con una fina manta por encima de los dos, teníamos puesta la ropa interior pero la ropa estaba en el suelo. Notaba como su mano me acariciaba el pelo y sentía su respiración encima de mi cabeza.

-¿Antonio?

Nos incorporamos rápidamente yo me puse la manta alrededor de mi cuerpo y el como tenía puesta la ropa interior no le importo quedarse en bóxer. Se levantó del sofá como un rayo para taparme pero no se dio cuenta de que yo ya estaba tapada. ¿¡Quién era ese hombre!? Bueno no era un hombre era más bien un muchacho porque tendría la edad de Antonio aproximadamente.

-¿Qué haces aquí Héctor? – le preguntó fríamente pero con miedo – ¿No estabas de viaje?

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